Proteger la industria nacional: cuestión de decisiones acertadas

CAMAC tiene fundamentos lógicos para ayudar a defender las divisas que necesita el Gobierno sin dañar nuestra industria madre, la indumentaria y la confección.

Desde febrero hasta hoy el sector textil está viviendo tiempos de incertidumbre. Esta industria o la suma de estos sectores industriales están compuestas por numerosos eslabones distintos, que en su conjunto generan un producto final que es la indumentaria en particular y un amplísimo universo de productos confeccionados en general.

El nuevo régimen de control de importaciones no parece tener en cuenta esta sucesión de engranajes, ignorando que hay insumos y maquinarias que no se fabrican, ni se fabricarán en nuestro país y que son vitales para la producción. Básicamente el planteo de las autoridades económicas se reduce a “si quieren importar, deben exportar”. Esta premisa se cumple totalmente en nuestro sector, sólo que el producto exportado es producido con elementos de la cadena, elementos básicos como telas y avíos, que no tendrían sentido ser elaborados si no ponemos una máquina y un operador para que transforme esos elementos en una prenda de vestir. Por esta razón, es toda la cadena textil industrial la que debería ser evaluada en ese sentido.

Cualquier eslabón de la industria textil que produce para el consumo dentro de nuestro país o para el mercado externo aporta divisas, ya sea supliendo importaciones con producción nacional o ingresando moneda extranjera a través de las exportaciones.

Cuando un fabricante comercializa al exterior, toda o parte de su producción lo hace en representación de la cadena en su totalidad, ya que en ella va incluida avíos, telas, insumos, accesorios, diseño, máquinas y la mano de obra utilizada en su confección.

No se podría producir y por lo tanto proveer al mercado externo, ni siquiera al nuestro si alguno o algunos de estos engranajes estuvieran dañados o no existiera. Por ejemplo la producción de autopartes no obliga al compromiso de exportar ya que es el producto final el que se envía al exterior (automotores) o los elementos de electrónica importados para ensamblajes en zona franca y que sólo sirven para sustituir importaciones (en estos casos tampoco se obliga a exportar por sumas equivalentes).

Los inconvenientes surgidos en la importación de maquinarias o insumos no hacen sino ir en contra de los principios que intentamos sostener. La producción local en volumen y calidad internacional

La industria de la indumentaria genera alto valor agregado en toda su cadena productiva. Su sustentabilidad a largo plazo tiene base en el valor promedio de la tonelada exportada, el reconocimiento del diseño argentino y la diferenciación de producto en prendas de alta calidad. La Argentina cuenta con prestigio como país referente en moda y diseño a nivel regional.

No podemos salir a los mercados a competir con propuestas de manufactura básica. La moda y el comercio internacional, e incluso el consumo interno, buscan la diferenciación, y allí tenemos posibilidad de crecer. Ahora no podremos sostenerlo sin insumos, sin máquinas, sin alentar la inversión. Nuestra cadena textil ocupa alrededor de un millón de personas en empleos directos e indirectos y multiplica su producción por veinte veces lo que invierte.

Pero para afianzarnos y seguir evolucionando en ese sentido, debemos fomentar las inversiones.

Las importaciones de maquinarias y equipos que no se fabrican ni serán fabricados en nuestro país deberían considerarse prioritarios y esenciales y manejarse por un canal diverso. Obviamente, queda claro que quien desea invertir para producir no especula financieramente; está apostando al desarrollo de una industria y del país todo.

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